Beijing
Hoy, Luis y Bea tenían que trabajar, así que decidimos adoptar a Quico para ir al Palacio de Verano, otra atracción turística muy popular en Beijing. Lo cierto es que fuimos en metro y debo reconocer que está a tomar por culo del centro, casi en el final de una línea, y Beijing no es que sea, precisamente, pequeñito.
Una vez allí, decidimos pillar una guía de las que se ofrecían a darte un recorrido y hacer explicaciones. Negociamos un precio, 90 yuanes, para pasar 2-3 horas con nosotros. No fue una mala idea, porque el complejo es gigantesco y te puedes perder muy fácilmente. Con ella, era bastante más cómodo, y nos iba dando explicaciones, demasiadas, quizás, porque la tipa no se callaba ni bajo agua. Lo mejor eran los pelánganos que llevaba en las pantorrillas y en los sobacos. Aquí, la moda de la depilación no está tan extendida, jeje.
La chica nos dio mucha información, un poco de historia e incluso nos explicó la verdadera razón sobre la creación del Palacio: la madre del Emperador no tenía mucha movilidad, y, para que pudiese visitar los tres mini-imperios que comprendían China (Templos –Tíbet–, Lagos –Sur– y Naturaleza –Este–), se los construyó de manera artificial. No está mal pensado… básicamente, para que la abuela no toque mucho los huevos :D
Después de caminar y caminar, y la chica habla que te habla, descubrimos la forma de que se callase. Era cogiéndola del cuello mientras paseábamos. ¡Oye, funcionaba! ¡Dejaba de hablar! Finalmente, cuando nos tocaba entrar a los edificios (que tienen entrada extra, y no únicamente la de paseo), nuestra amiga se empezó a inventar excusas para no seguir:
1. No tenía ticket de acceso: a lo que le dije que la metíamos nosotros, sin problemas
2. Estaba cansada y tenía que ir a comer: pues nada, una sándwich rápido y solucionado
3. Estaba embaraza y no podía subir escalones: hombre, estaba muy escuálida, pero ya no le podía rechazar a eso, pequeña brujilla
De todos modos, el Palacio de Verano es bastante bonito y agradable para visitar y pasear. Aunque ya mi nivel de templos y jardines estaba superado. En cuanto vi los escalones que hay que subir para llegar a la Pagoda central, me acordé de todas las religiones del mundo. Pero ahí fuimos, como unos campeones.
Teníamos que ir a la Embajada de Mongolia a recoger el pasaporte y, ya de paso, nos acercamos al Mercado de la Seda, que es un centro comercial con millones de cosas: ropa, DVDs, bolsos, zapatillas y todo lo que se puede comprar. También nos tocaba comer, y fuimos a la planta inferior a ponernos las botas.
Aquí, con 50 mesas vacías, nos sentamos en una, y, de golpe, todos los chinos se nos sentaron alrededor, mirándonos, riendo, pero, sobre todo, con el cachondeo del uso de los palillos del pobre Quico, que estaba recién llegado a tierras orientales. Tras una pelea dura y salvaje, pedimos un tenedor para él, y les empezó a decir: ‘A ver si os reís ahora, ¿eh?’. Cuando terminamos de comer, nos dimos cuenta de lo que realmente se hacía en el comedor: las vendedoras, con todos los catálogos originales de todos los bolsos de marcas famosas. Las clientas se sentaban, elegían y se los iban trayendo. ¡Brutal!
Hicimos las últimas compras en China, y volvimos a casa, para salir a cenar con Luis, Quico y Bea a nuestro cutrix local favorito, al pie de casa de Luis y Bea. El día siguiente, por fin, nos tocaba visitar la Gran Muralla China.
Control de Gastos:
- Desayuno: 23 RMB (2,47 €)
- Metro: 8 RMB (0,86 €)
- Palacio de Verano: 120 RMB (12,90 €)
- Guía: 60 RMB (6,45 €)
- Comida: 48 RMB (5,16 €)
- Taxi: 13 RMB (1,40 €)
- Cena: 60 RMB (6,45 €)
- Bebidas: 56 RMB (6,02 €)
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