domingo, 29 de noviembre de 2009

Un domingo con la familia Jones – Península Otago

Día 32
Dunedin y Península Otago

Cuando me desperté, bajé al salón y allí estaban Debbie, Hamish y Sam preparados para ver el partido de los All Blacks, cubiertos de mantas y con la estufa, porque hacía un frío del copón. Justito para ver el baile inicial de los kiwis (el famoso Haka) y ver el palizón que les dieron a los gabachos (to siento Tony).


Después desayunamos todos juntos, también se despertó Elena para ver el final de partido, y pasamos un ratito familiar. Por un lado, la parte “aburrida”, planificando el día.

Por el otro, la parte “de cachondeo”, disfrutando de la mañana del Domingo :DD


Aunque hay muy poquito que ver en la ciudad de Dunedin, decidimos verla antes de comer. Llevamos a Debbie al centro, que quería hacer algunas compras: ¡mujeres! Básicamente, Dunedin tiene en el centro un octágono desde el que salen las 4 avenidas principales.


Allí está casi todo lo que se puede visitar: la Ayuntamiento, la Iglesia, el Teatro y la Estación de Trenes. En una horita o poco más, ya estábamos listos:

- Teatro:


- Estación Central de Trenes:


Fuimos al supermercado a comprar también algo para comer. Más cocinar para mí, pobre diablo. Volvimos a comer otra vez los 5, pero Hamish nos dijo que ellos no podrían venir con nosotros a ver todo lo que habíamos planificado, porque su hija, que había bajado al sur a ver a su noviete, se había puesto muy mala y no podía conducir. Ellos tuvieron que coger la moto, bajar hasta donde estaba y Hamish traía la moto de vuelta y Debbie el coche y la niña.

Pero nos fuimos con Sam, que tampoco habíamos visto lo que teníamos en mente. La idea era ver: pingüinos de ojos amarillos, leones marinos, focas, albatros y pingüinos azules. Todo en su hábitat natural. Era muy ambicioso, pero teníamos que intentarlo.

Pues pillamos el coche y nos pusimos en ruta a la Península Otago. Primero, la playa en la que se pueden ver los pingüinos de ojos amarillos, que son los más complicados de ver y solamente están por estos sitios. El problema es que si ven personas no salen del agua porque se sienten inseguros.

Nada más llegar, la bajada por la gran cuesta de arena hacía presagiar un momento complicado en la subida. Pero la recompensa fue enorme.


En cuanto bajamos, leones marinos echándose la siesta, tranquilamente en la arena de la playa, como es de todos :P



Justo después de ver los leones marinos, una de las voluntarias nos mandó sentarnos y no movernos, porque se habían adelantado un par de parejas de pingüinos de ojos amarillos. ¡Joder! Llegar y besar el santo.

Mientras los pingüinos iban subiendo hacia su nido, uno de los “jefes” de los leones marinos salió a ver a sus “chicas” y un jovenzuelo se le encaró, teniendo que salir con el rabo entre las piernas, pobre.


Después nos acercamos al refugio que tienen en la otra esquina de la playa: es de madera y tiene una pequeña visera para mirar sin ser visto. Allí pudimos ver algunas focas y más leones marinos. No aparecieron más pingüinos, su hora normal de llegada era a las 21:30, por lo que decidimos irnos a ver lo que nos faltaba.


Pero nos tocaba la cuesta de arena: tres pasos arriba, dos abajo; y así hasta el final… parecía interminable. Un cansancio en las piernas (también tenía que estirar de Elena, claro está) y las zapatillas llenitas de arena :DDD
Fuimos a una de las bahías de la Península Otago donde tienen el único refugio natural de albatros del mundo.




Para hacer tiempo, hicimos la ruta larga, bordeando un lago y viendo otros tantos bichejos, sobre todo ovejas. ¿Cuántas ovejas habrá en este país?

Como pasó la primera vez, nada más llegar pudimos ver un albatros, una alas larguísimas, y una forma de volar muy curiosa. Seguimos caminando, jugando con los conejos (no seáis mal pensados…) y las gaviotas, y conseguimos ver otro albatros. Quizás era el primero otra vez, aunque tampoco importa.

Curiosas las señales que advierten de la presencia de los pingüinos :P


Llegaba la hora de ver a los pingüinos azules, que siempre salen en grupo del agua, cada noche. Esperamos estoicamente, mientras anochecía y el frío te dejaba los huevos pegados al culo. Llegó el voluntario para darnos la explicación pertinente, y advirtió que no se pueden hacer fotos con flash, y que la hora de llegada serían las 21:30. Efectivamente, ni 21:25 ni 21:35; a las 21:30 en punto, el agua empezó a chapotear: venía la colonia de unos 60 pingüinos azules que vienen a pasar la noche a sus nidos (la mayoría robados a los conejos). Era como una mini ola que avanzaba muy rápidamente. Y empezaron a salir del agua.


Torpísimos al andar, tenían que subir algunas piedrecitas y una cuesta de arena, y después de desperdigaban por todas partes. Por todas partes quiere decir que se meten por donde quieren y se van agrupando de 2 en 2 para ir a su nido. Si te sientas un rato en alguna piedra, alguno vendrá justo a tu lado, como le pasó a Sam primero y luego a nosotros.


Tarde completa, ¿eh?

Volvimos a casa, algo tarde, y Debbie y Hamish ya estaban en casa y habían traído a la niña. También habían preparado la cena, algo rápido, unas pizzas. Con un pequeño pero: las dos tenían carne y cebolla, así que ni yo ni Elena. ¡Ala, a la cama sin cenar!

De todos modos, nos tocaba levantarnos muy pronto, porque a las 6:30 había que despertarse para ver el Barça-Madrid, aprovechando que ellos tenían el Sky Sports, y que Sam era un forofo del fútbol. El único problema es que él era del Madrid :DD

Control de Gastos:
- Postales: 7,6 NZ$ (3,80 €)
- Sellos: 9 NZ$ (4,50 €)
- Teléfono: 20 NZ$ (10 €)
- Comida: 27,21 NZ$ (13,61 €)

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