Ao-Nang (Krabi)
Adiós a nuestras preciosas cabañas en nuestro hotel…
Nos despertamos en Tonsai Beach y bajamos hacia la playa para pedir barco hacia Ao-Nang, que está muy cerca y debería ser muy barato. El problema es que el “taxi” solamente va si hay 8 personas, sino, tienes que esperar hasta que llegue ese número. Nosotros éramos 3, y éramos los primeros en llegar, así que nos tocó irnos a desayunar mientras llegaba más gente.
Después de desayunar, volvimos y ya había dos personas más. Para esperar, nada mejor que jugar con Mr. Bin. Andreea, la noche anterior, se había quejado por no tener ninguna foto ella solita con el mono, sin nadie detrás o a los lados; por lo que teníamos una tarea.
Llevábamos plátanos para el mimado mono cabrón, pero le llamó más la atención el collar de Andreea. El mono no dudó en agarrarse del colgante y estirar hasta romperlo :DD ¿No quería fotos? Pues aquí la tienes, jeje.
Seguimos jugando un ratito más, algunos bocados, algunas acciones violentas, algunas collejas… pero no fue mal. Al final, se puso muy triste de qué nos fuéramos, porque ya habían llegado 3 personas más para llenar el bote.
Llevamos las maletas por el barrizal hacia el bote, y cuando estábamos a punto de salir, metieron a 2 personas más, ¡qué cabrones!
El viaje a Ao-Nang es de escasos 10-15 minutos, y, por fin, podíamos ver vehículos, porque ni en Koh Phi Phi, ni en Tonsai/Railay hay.
La chicas me dejaron en la playa con todos los bártulos y se fueron en busca de hotel.
Joder, ¡casi dos horas! Pero, finalmente, íbamos a tener aire acondicionado y agua caliente. El 12 de Enero fue mi primera ducha con agua caliente en 2010 (no jodamos, que las duchas frías las hacíamos cada día…). Posiblemente, el hotel más barato en temporada altísima, aunque cutrillo, eso sí.
Tuvimos que reservar la caja fuerte de seguridad a parte, porque más vale prevenir. Una duchita y salimos a comer.
Encontramos un bar local, musulmán (aún seguíamos en el sur), muy baratito y con buena pinta. Aunque no vendían alcohol por sus extrañas e incomprensibles razones, nos dejaron ir a comprar una cerveza a una tienda y traerla para comer. El paisaje del bar no era muy bonito, pero comimos bien.
Después de la comida, andamos un poco para descubrir la ciudad de Ao-Nang. Básicamente, tiene tres calles, en forma de cruz. Una avenida larga que va en paralelo al mar, un típico Paseo Marítimo, dividida cerca del final por una calle que sube. Así, quedan dos lados, mirando desde el mar: el de la izquierda es el asequible; el de la derecha es el extremadamente pijo y bastante más caro.
Andando por el paseo, vimos unas camisetas de las que aún no nos habíamos percatado. Eran muy coloridas y bastante más caras, y cuando querías negociar el precio, se cabreaban mucho. Resultan ser de un diseñador de Los Angeles, llamado Christian Audigier o algo así. Están hechas en Tailandia (aunque también se pueden encontrar imitaciones), y las originales cuestan entre 90 y 150 euros en una tienda occidental.
Ya empezaba a anochecer y qué mejor que ver cómo cae el sol en la playa, tomándonos algo. Volvimos a caminar el paseo marítimo de noche, con la gran diferencia que los turistas playeros ya no estaban en la playa, sino en los bares y en las tiendas. ¡Coño! Todas las tiendas que habíamos andado antes, ahora estaban llenas, y, para más inri, habían cambiado los precios, más caros.
También empezaban a aflorar los personajes con bichejos para hacerse fotos: el de la iguana, el del monito cariñoso que chupaba chupa-chups, el de la serpiente… Mejor ir a cenar. Pero antes, nos hicimos un masajito, porque Elena todavía no había probado el masaje tailandés, después de pasar ya tres semanas en Tailandia. Refunfuñó un poco y entró en el salón a regañadientes, pero al final no le disgustó, aunque tampoco le entusiasmó.
Caminamos las calles en busca de un lugar para hacer la “última cena” de Andreea Dorobantu, que el día siguiente, tristemente, regresaba a Bucarest. Pobre, no hacía más que decir “nu vreau a casa, nu vreau; vreau in vacanta”, algo así como “no quiero irme a casa, no quiero; quiero estar de vacaciones”. En su caso es más traumático, porque con la ola de frío en Europa, por su zona están a -10ºC, ¡boo-boo!
Pues nada, vimos casi todos los restaurantes algo elegantes, y no nos convencían los precios. No era propio de ‘tiraos’ como nosotros semejantes lujos. Seguimos andando, birra del 7/11 y hablando. Al final, en un puesto ambulante, más acorde con nosotros, y bastante más local, nos ofrecieron unos pescados enormes, y bastante más comida a la plancha.
¡Nos pusimos las botas! Por muy buen precio, claro está.
Decidimos volver para el hotel, haciendo la última y quedarnos en nuestra habitación para intercambiar las últimas fotos. Nos despedimos de Andreea y nos fuimos a la camita, con el aire acondicionado encendido, jeje.
Control de Gastos:
- Desayuno: 330 THB (6,88 €)
- Barco a Ao-Nang: 160 THB (3,33 €)
- Comida: 325 THB (6,77 €)
- Hotel: 600 THB (12,50 €)
- Safety Box: 100 THB (2,08 €)
- Repelente: 80 THB (1,67 €)
- Sellos: 67 THB (1,40 €)
- Ropa: 100 THB (2,08 €)
- Masajes: 400 THB (8,33 €)
- Cena: 405 THB (8,44 €)
- Birras: 145 THB (3,02 €)
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