viernes, 22 de enero de 2010

Descubriendo la verdadera Camboya: Battambang

Día 86
Battambang

El día empieza tranquilito, sin despertador automático, pero con planes para ver los alrededores de Battambang, y poder descubrir un poco la vida en sitios más rurales en Camboya. Sin ir más lejos, esta es la vista de nuestro hotel. ¿Qué os parece?


Después bajamos a desayunar, pero aún dejamos a Luciano dormir un poco más, porque el pobre ya lo necesitaba, pues llevábamos bastantes días de madrugón, y, estar con dormilones, es lo que tiene, jeje. De camino al desayuno, pasamos por la lavandería del hotel a dejar algo de ropa.


Mientras intentábamos despertar a Luciano, planificamos una ruta por la zona, que incluía visitar:
  • El templo Way Banan, pasando por Phnom Sampoeuv, una montaña donde hicieron barbaridades los Khmer Rouge.
  • El templo Way Ek Phnom, con su escenario particular de vampiros en los árboles
  • Una vinería de la zona (sí, también hacen vino en Camboya)
  • El Lago Kamping Pouy, con casas y aldeas muy locales
  • El “Bamboo Train”, un paseo en un tren de bambú por zonas rurales

Solamente nos faltaba negociar con algún Tuk-Tuk el precio por los 4, que fue relativamente fácil porque no habíamos madrugado, y eso significa que los que estaban por ahí no tenían clientes :DD Una buena negociación y todo arreglado: ¡en ruta!


Como ya habíamos visto el tema de los niños en Camboya, decidimos comprar globos y caramelos para sacar algunas sonrisas de cuántos niños nos encontrásemos. A los primeros les dimos o caramelos o globos, pero sentían envidia unos de otros, así que optamos por una nueva idea: meter caramelos en los globos, así, cuando se ponían a jugar con los globos y explotaban, aún tenían un premio. Eso sí, englobar los caramelos no era tarea fácil :P


Como empezamos por el sitio más alejado, la primera parada fue algo largo, y el paisaje era bastante rural.


Hacía un calor insoportable, y llegamos a nuestra primera parada, el templo Way Banan en la montaña Phnom Sampoeuv (por cierto, Phnom significa ‘montaña’ en khmer-camboyano). 352 escalones, nada pequeños, hasta llegar arriba.


Una vez arriba, sin querer imaginarnos de las barbaridades que se habían cometido (de hecho, esta montaña era conocida como unos de los ‘campos de muerte’ de la zona), pudimos ver el conjunto de templos, que guardaban cierta similitud con los de Angkor, pero a escala mucho más pequeña.


Tuvimos que sentarnos un ratito a descansar porque el calor había ya hecho estragos.


Al menos, un camaleón en proceso de camuflaje, nos alegró un rato la vista.


Volvimos a bajar, con más cuidado aún que al subir, y nos dirigimos a la siguiente parada: el templo Way Ek Phnom. Muchos niños por aquí, y todos con sus globitos y caramelos, festejando, bajo la atenta mirada de un montón de vampiros gigantes, que iban volando y se posaban en un árbol.


Era el momento de descubrir el vino camboyano. Tenían cata de vino y brandy gratis, y si compras, el conductor se lleva una comisión. No le gustó ni a Elena, que es difícil.


Luciano y yo no nos hicimos los entendidos del ‘bouquet’, simplemente, el vino tenía un olor raro :DD


Salimos de allí a visitar algunas aldeas cerca del lago Kamping Pouy. Cada niño que veíamos era premiado y se lo pasaban en grande con los globitos. Hasta las madres nos acercaban a los más pequeños para que les diésemos “su” globo.


Al llegar al lago, estaban todos por ahí currando: pescando, cultivando, lavando… pero con los globos, sonaban más gritos y había mucho más color.


La última parada del día era el Tren de Bambú, unas vagonetas que usaban para mover cosas por la zona y que ahora se usa de forma turística. El paisaje es interesante, y no pilla mucha velocidad. Eso sí, no se cumplen ni una de las medidas de seguridad que podáis imaginar.


La vía dejaba un poco que desear y daba la impresión de romperse en cualquier momento. Mirad qué rectitud, ni el Opus Dei :DD


Una curiosidad de este tren es que usa la misma vía para ir y para venir, por lo que nos preguntábamos cómo controlaban el tiempo entre que unos salían y otros regresaban. Solución: se paran frente a frente, se desmonta uno y el otro sigue. Viene a ser como las estrategias de la Fórmula 1 para adelantar, jaja.


Por fin llegamos al destino, una aldea al final del tren, donde una invasión de niños se volvieron locos por los globos. Incluso algún turista nos pidió globos para darles.


Los dejamos a todos saltando y jugando y volvimos con el trenecito. ¡Mirad qué caras de velocidad!



Optamos por regresar al hotel, y decidimos que el día siguiente nos iríamos a la capital: Phnom Penh, por lo que reservamos 4 asientos en el bus de la mañana. Después nos dimos una duchita y salimos a cenar.

Aquí había un problema con las decisiones. Mientras Luciano y yo disfrutamos mucho descubriendo sitios, lo más locales posibles, Elena y Gaili tienden a mirar las guías. Reconozco que la Lonely Planet está muy bien y da mucha información, pero en cuanto a restaurantes, creo que es una auténtica basura. No en vano, suele estar escrita por yankees e ingleses, que no son los que tienen los mejores gustos culinarios, ¿verdad?

Así, nos fuimos al mejor restaurante de la zona según la guía: el Smokin’ Pot. Un bar donde hacen cursos de cocina también. Lo cierto es que la comida es muy cutre y nada barata. Bueno, tampoco nos volvamos locos, porque sigue siendo muy barato para estándares occidentales.

Mal cenados y con el cabreo, nos fuimos a tomar una cervecita en un lugar que encontramos muy económico que estaban de Happy Hour, y costaba la jarra unos 35 céntimos. No digo más :DD

Aprovecho para mandarle un beso muy grande a Diana, la mamá de Luciano, que me han dicho que le gusta leernos en el blog.

Control de Gastos:
- Desayuno: 4,5 US$ (3,17 €)
- Tour: 7 US$ (4,93 €)
- Caramelos y Globos: 1,5 US$ (1,06 €)
- Entrada al Monasterio: 4 US$ (2,82 €)
- Bamboo Train: 5 US$ (3,52 €)
- Cena: 9 US$ (6,34 €)
- Bebidas: 6,75 US$ (4,75 €)
- Hotel: 10 US$ (7,04 €)

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